Logos

El imperativo de la voluntad política – Entrevista a Alice Abreu

El imperativo de la voluntad política  – Entrevista a Alice Abreu
Alice AbreuEntrevista realizada por Guadalupe Treibe

«Es fundamental que se entienda la estructura de los programas universitarios y de posgrado para comprender cuáles son los modelos que incentivan, los puntos de entrada y manutención en los distintos sistemas. Porque cuando se observa la carrera de una científica, hay puntos notables de inflexión: ¿Hace o no hace posgrado? ¿Maestría? ¿Doctorado? Ver cuáles son los escapes en cada país y las alternativas disponibles para las mujeres, es clave. Sin olvidar, claro, que no solo tiene que ver con las estructuras institucionales sino también con el llamado “balance trabajo-familia”, otro punto neurálgico».

¿Dirías que es un momento auspicioso en ciencia, tecnología y género para la región?

– Sí y no. Sí, porque en América Latina -como en muchas regiones más desarrolladas-, las mujeres están bastante bien en términos de educación, siendo mayoría en formación universitaria. No, porque a pesar de tener más chances de seguir especialidades científicas, todavía se concentran en carreras específicas. Han hecho importantes avances en Biología y algunas ramas de Ingeniería, pero no tanto en Física o Matemática. En verdad, prácticamente todas las áreas donde las mujeres no están, tienen base matemática. Y habría que entender por qué no logran entrar algunas allí, cuáles son las dificultades que se les presentan… En especial, en situaciones como la brasilera, donde la educación universitaria es gratuita, un clean level field para todos, y las mujeres incluso son mayoría a nivel de doctorado y maestría, pero aun así no gozan de los altos cargos del sistema.

En una entrevista reciente, subrayabas la necesidad de contar con mejores estadísticas y tomabas el modelo de “She Figures: Gender in Research and Innovation”, en Europa.

– Lo que veo en Brasil, donde mejor conozco la situación, es una contradicción: existen estadísticas transparentes desglosadas por sexo en algunos ámbitos; en otros no. Entonces, es difícil tener clara la cuestión. Por ejemplo, los datos sobre el mercado del trabajo son distintos a los que logramos vía el Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq) para el sistema de becas. Las mujeres son mayoría en el mercado de trabajo de las ciencias biológicas, de la salud y en las ciencias sociales; en todas las demás, no. Mientras que en el sistema en términos de formación y becas, son mayoría siempre. Adecuar estas estadísticas es un problema, y creo que “She Figures” lo hace.

Yo diría que los países latinoamericanos deberían tener algo mucho más sofisticado en términos de estadísticas.

Acorde a tu experiencia y expertise en la materia, ¿qué medidas deberían adoptarse para incentivar a que más mujeres se acerquen a todas las áreas de ciencia y tecnología?

– En realidad, creo que son varias las medidas que deberían implementarse. En principio, tener información detallada fidedigna, mejores estadísticas en todos los niveles que ayuden a conocer qué pasa. Contar con buena información de un sector pero no de otro, no ayuda. Luego, pienso que es fundamental que se entienda la estructura de los programas universitarios y de posgrado para comprender cuáles son los modelos que incentivan, los puntos de entrada y manutención en los distintos sistemas. Porque cuando se observa la carrera de una científica, hay puntos notables de inflexión: ¿Hace o no hace posgrado? ¿Maestría? ¿Doctorado? Ver cuáles son los escapes en cada país y las alternativas disponibles para las mujeres, es clave. Sin olvidar, claro, que no solo tiene que ver con las estructuras institucionales sino también con el llamado “balance trabajo-familia”, otro punto neurálgico, tan distinto en cada país.

Durante un tiempo te trasladaste a Inglaterra para realizar la maestría en Sociología en la London School of Economics (LSE) y de Ciencia Política en la University of London ¿Cómo recordás la experiencia?

– Verdaderamente fundamental para mi formación. Viajé a Gran Bretaña con mi marido, para hacer la maestría de Sociología, muy distinta a la que tenemos acá. (Él también hizo su maestría en la LSE y después su doctorado en Cambridge). Lo más interesante fue que, más tarde, conocí a mucha gente e hice una de las primeras investigaciones de trabajo a domicilio con un grupo de cinco sociólogas y antropólogas. Por nuestra cuenta, nos centramos en un barrio londinense y averiguamos casa por casa a qué se dedicaba esa gente.

¿Fue aquel el germen de lo que más tarde sería O a vesso da moda, tu libro de los 80s acerca del papel desempeñado por las costureras como trabajadoras externas en Río de Janeiro?

– Entonces me interesé por el tema del trabajo a domicilio, la subcontratación, etcétera, y cuando ya volví a Brasil investigué sobre la confección a domicilio. Era un momento especial para el país, con el inicio de la industrialización del prêt-àporter a finales de los 70s, que hoy en día continúa en todo el mundo. A comienzos de esa década, sin embargo, no había aquí muchas boutiques, la gente hacía su ropa en costureras privadas. En consecuencia, en aquel momento, quise mirar las primeras grandes marcas en Río y vi que muchas de ellas estaban basadas en la subcontratación, sin la cual no sobrevivían.

El sector de corte y confección, de costura, moda, prendas, ha estado tradicionalmente vinculado al género femenino ¿Primera aproximación a un tema vinculado?

– Precisamente por tratarse de un área vinculada al género elegí el tópico. Desde el inicio, mi intención fue optar por un sector donde encontrara mujeres trabajando e investigar al respecto. Después de todo, soy de una generación que, a fines de los 70s, acompañó la movilización de mujeres en Brasil; el movimiento feminista latinoamericano tuvo sus orígenes por esa época. Siempre fue un tema de interés; siempre.

En 2009, en la ceremonia que te homenajeó con el prestigioso título de Profesora Emérita de la Universidad Federal de Río de Janeiro, tu colega Bila Sorj distinguió tu “creatividad, compromiso e inquietud intelectual” ¿Son cualidades fundamentales al momento de plantear políticas, desarrollar proyectos?   

– Bila estaba pensando específicamente en el programa de posgrado de Sociología-Antropología que creamos para la universidad: la forma en que lo estructuramos, las muchas cosas nuevas que introdujimos… Gracias a las reformas que conseguimos y a que actuamos en forma innovadora, hoy es uno de los tres posgrados más altos de Brasil. ¡Acalorados debates hasta lograrlo! (risas) Por otra parte, cuando ya era yo secretaria de la Asociación de Posgrados de Ciencias Sociales, teníamos un problema muy serio: los grupos de trabajo se perpetuaban. Para quien no la conozca, cuento que su modalidad es peculiar: los miembros de la Asociación no son los individuos sino los cursos mismos de posgrado. Las personas participan cual organizadoras de grupos que se reúnen todos los años. Entonces, el programa científico es hecho por todos ellos. No sin enormes discusiones, yo planteé un mecanismo –que se mantiene hasta ahora-: que los grupos se replantearan cada tres años; para que hubiese recambio, de ser necesario… Repasando, diría que sí, ¡que tuve bastante creatividad institucional!

Queda oficialmente dado por tierra el prejuicio de que abocarse el mundo institucional equivale a pasear por los pasillos kafkianos de El Proceso

– (Risas) Pues, claro. Para escaparles solo se necesita un poco de imaginación.

Y sí que la tuviste como directora de la oficina de Educación, Ciencia y Tecnología de la OEA, en Washington D.C…

– Mira, a finales de 1999, mi carrera tuvo un giro inesperado al ser invitada por el CNPq a ser vicepresidenta y estar allí tres años, en Brasilia. Fue muy interesante porque en la universidad había estado enfocada en el posgrado de Sociología pero, al avanzar y empezar a ser parte de consejos, guié mi visión a las distintas disciplinas. Empero, llegar al CNPq fue salir de Río y tener perspectiva nacional, saber qué sucede en el sistema de ciencias del país y, en paralelo, desarrollar una perspectiva internacional. Cuando esto terminó, surgió entonces la oportunidad de ir a la Organización de Estados Americanos (OEA). Allí amplié mi visión a toda América Latina, al ser responsable del departamento que velaba por ciencia, educación y trabajo. Me gustó muchísimo, pero por el equilibro trabajo/familia, decidí renunciar después de tres años ¡Algo inédito! La gente se agarra con uñas y dientes y yo, saliendo por cuenta propia (risas). La ruta aérea Washington-Río de Janeiro es larga.

La OEA es una importante plataforma para incidir en la adopción de políticas ¿Cuáles fueron tus propuestas durante tu gestión?  

– En principio, intenté traer el problema de género, que todavía no estaba instalado. Al menos, no en el departamento de Ciencia y Tecnología. La OEA tiene algo llamado Comisión Interamericana de la Mujer (CIM), pero trabaja poco por este tema, concentrándose en derechos humanos, violencias, entre otras cuestiones. Entonces nosotros hicimos, por ejemplo, un proyecto interesante, un plan para mujer, ciencia y tecnología en la región, del que participó Gloria Bonder, directora del área Género, Sociedad y Políticas (FLACSO-Argentina) y coordinadora de la Cátedra Regional UNESCO Mujer, Ciencia y Tecnología en América Latina.

¿Dirías que faltan políticas regionales que visibilicen la problemática?

– Sí. Pienso, además, que hay algunos casos que deberíamos mirar, y quizás seguir. Uno es el de la Unión Europa, que instauró un comité que miró la cuestión de ciencia, tecnología y mujer durante 10 años, con el poder de solicitar estadísticas a todas las instituciones de todos los países. Y los departamentos estaban obligados a darles cifras confiables. De allí salieron las “She Figures”, además de políticas públicas claras y fuertes (licencias por maternidad, flexibilidad en ciertos aspectos, etc.), y conclusiones fantásticas sobre excelencia, efectos, formación. Además impusieron, no solo en ciencia sino también en innovación, una presencia femenina obligatoria del 40% en consejos de las grandes empresas, incluso privadas. Otro caso que me parece preciso emular es norteamericano, se llama ADVANCE y es un programa institucional en el que las universidades deben presentar un proyecto de una década sobre cómo van a propiciar el avance de mujeres en sus estructuras –como profesoras titulares, investigadoras, rectoras…-. Es algo fantástico. Además tiene otra veta positiva: le quita a las mujeres la responsabilidad de tener que motivarse. La realidad es que es una cosa de políticas, porque

si no hay voluntad política, las mujeres no logran hacer ciencia.

¿Cómo ves el futuro de las mujeres en las ciencias en la región?

– Yo tengo gran esperanza en América Latina. Somos una sociedad donde la democracia está pujante. Soy muy positiva al respecto. En especial, considerando que ya superamos muchos problemas que todavía son importantes en otras regiones -como el mundo árabe, donde queda mucho por andar-.

Hemos obtenido logros claros y, aún con las dificultades que se presentan, conquistamos espacios concretos. Si continuamos yendo hacia adelante, seguramente sortearemos las últimas piedras del camino.

Noviembre, 2014

Entrevista realizada por Guadalupe Treibe